El humor en Borges by René de Costa

El humor en Borges by René de Costa

autor:René de Costa [de Costa, René]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 1999-01-01T00:00:00+00:00


Es curioso que precisamente a finales de los años 40, poco después de que Borges escribiera este cuento, se produjo en el Egipto un descubrimiento bibliográfico de parecidas características al que relata el bibliotecario. Me refiero a las «Jarchas», los primeros poemas líricos en castellano. Encontrados en una sinagoga de El Cairo, se trata de canciones escritas en alfabeto hebreo del siglo X con versos en mozárabe, una incipiente versión del castellano hablado por los árabes cristianos de Andalucía. O sea, que al leer en letras hebreas, los sonidos tienen significado en mozárabe, en ese mismo «dialecto grosero» que oye Averroes mientras está trabajando en la traducción de la Poética de Aristóteles, y cuando mira por la ventana, ve a unos niños cristianos jugando a ser musulmanes en la hora de la oración.

Que el texto de Borges de «La biblioteca de Babel» debía ser divertido, una especie de parodia de la tradición académica sobre semejantes hallazgos filológicos, se evidencia si hacemos una comparación entre las variantes de la primera edición de 1942 (en El jardín de senderos que se bifurcan) y la de 1944 de Ficciones. Por ejemplo, en el pasaje que se refiere a la amalgama del lituano con el guaraní (la lengua indígena del Paraguay) en la versión de 1944, Borges modifica el lituano-guaraní, una ya disparatada combinación lingüística, en samoyedo-lituano-guaraní (samoyedo es el lenguaje de los esquimales). Si a esta mezcla ya de por sí explosiva —samoyedo-lituano, dialecto del guaraní— le añadimos las «inflexiones del árabe clásico», resulta evidente que Borges nos está enfrentando a una broma deliberada.

Pero Borges sabe que los lectores, acostumbrados a la autoridad del realismo literario, están dispuestos a aceptar todo lo que aparece en letra impresa como factible. De ahí la necesidad de darnos una sacudida —a través de la exageración o el disparate— para hacernos reflexionar sobre lo que estamos leyendo. En «La biblioteca de Babel», la voz narrativa principal es la de un viejo bibliotecario acostumbrado a la rutina de catalogar anotando cansinamente todos y cada uno de los detalles que caracterizan cada libro. El hilo de la narración se interrumpe ocasionalmente bajo la forma de tres series de notas: la primera es la del bibliotecario; la segunda es atribuida al «editor» (en la primera versión, de 1942, era el «traductor»); y una última nota que es del mismo Borges, en donde cita la opinión que le merece toda esta historia a Leticia Álvarez de Toledo, un personaje real, una dama de la alta sociedad argentina.

Este coro de voces —reales y ficticias— tiene como objetivos por un lado dotar de verosimilitud el relato central del bibliotecario y por otra parte hacernos conscientes del rol que nos ha asignado Borges en el discurso, como lectores. Dos objetivos evidentemente contradictorios que nos transportan del placer de la lectura de ficción al plano de la realidad. Para conseguirlo, Borges utiliza el recurso literario de dirigirse de pronto a nosotros, lectores, en el texto, y no una vez sino dos, bajo la forma de «tú».



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